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viernes, 21 de junio de 2013
SAN JUAN TOO LO TIENE, SAN JUAN TOO LO DA!!..
El día de San Juan Bautista es uno de los más esperados del año, pues es de las pocas festividades compartidas por creyentes y no creyentes de todo el globo.
La milagrosa historia de su nacimiento, su estrecha relación con Jesús y su trágica muerte le han valido millones de seguidores, aunque muchos afirman que su popularidad se debe a la cercanía entre el solsticio del 21 de junio y su nacimiento, que fue fijado por la Iglesia Católica el 24 de junio. Al igual que en muchos países
de Latinoamérica, en Venezuela la celebración data de la época de la colonia,
cuando los colonizadores españoles les inculcaron a sus esclavos las prácticas religiosas y éstos las fusionaron con sus tradiciones africanas. ¿El resultado?
Una colorida fiesta llena de cantos populares, tambores y rituales mágicos
que alimentan la fe de sus practicantes.
Historia sagrada
Pero no todos conocen el origen bíblico de San Juan. Desde el principio, su nacimiento estuvo dotado de cierto carácter milagroso, básicamente porque Isabel
—la prima de María— siempre había sido estéril y logró quedar embarazada cuando era una anciana. Al enterarse de la noticia (de boca del propio ángel Gabriel), su esposo Zacarías perdió el habla por incrédulo y sólo la recuperó para alabar a Dios
el día en que vio nacer a su hijo. Adolescente y huérfano, Juan Bautista decidió retirarse al desierto mientras aguardaba por el arribo del Mesías, quien apareció tiempo después a orillas del río Jordán para que el mismo Juan lo bautizara y el Espíritu Santo descendiera de los cielos, cubriéndolo con su gracia.
Según la tradición cristiana, el Bautista fue el último profeta antes de Jesús y, al igual que éste, tuvo una trágica muerte: fue decapitado por haber denunciado la unión ilegal entre Herodes y la mujer de su hermano —Herodías—, convirtiéndose, sin saberlo, en el primer mártir que perdió la vida por oponerse a la disolución del matrimonio.
Dado que la llegada de Juan era prácticamente imposible y que, según la Biblia, recibió al Espíritu Santo mientras aún permanecía en el vientre de su madre, la fecha de su nacimiento está cargada de magia, de triunfalismo y es asociada con la fecundación, el amor, la abundancia y la vida. Esto, sumado a su sencillez, a la espiritualidad en que vivió y a su carácter desprendido, siempre dispuesto a ceder ante pobres, débiles y desprotegidos, fue lo que permitió que una de las más antiguas festividades incluidas en las liturgias griega y latina fuese adoptada masivamente por todos los pueblos europeos.
¡Y salió el sol!
Muchos se preguntarán cómo siendo una celebración netamente cristiana, el día de San Juan se llenó de prácticas asociadas con el agua y el fuego, de rituales adivinatorios y de expresiones populares cargadas de erotismo. La respuesta, según explica Carmen Elena Alemán —autora del libro Corpus Christi y San Juan Bautista. Dos manifestaciones rituales en la comunidad afrovenezolana de Chuao—, guarda relación con la particular fusión que se llevó a cabo cuando la Iglesia intentó aumentar las filas de sus seguidores y dejó colar elementos profanos dentro de sus festividades.
En el caso particular del día de San Juan, su religiosidad se mezcló con la antigua conmemoración del día del solsticio, que se lleva a cabo generalmente el 21 de junio. Mientras en el hemisferio norte ese es el día más largo del año y marca el inicio del verano, para quienes habitan en los países ubicados al sur de la línea del Ecuador constituye la noche más larga y la llegada del invierno, dualidad que se explica por la inclinación natural de la Tierra hacia el Sol.
Pero la celebración del solsticio de verano es mucho más antigua que el cristianismo. Hace cerca de 5.000 años atrás, distintas civilizaciones se percataron de que una vez al año el Sol llegaba a su máximo esplendor y a partir de allí su luminosidad comenzaba a descender de forma gradual hasta la llegada del invierno; pensando en que el Sol podía perder su poder, comenzaron a encender hogueras, antorchas y a organizar rituales donde el fuego era protagonista, como una manera de invocar la renovación de su característica luminosidad. Para los griegos esta celebración llegó a ser, incluso, una de las más relevantes, donde se rendía culto a Apolo y se encendían fogatas purificadoras; al tiempo que los romanos dedicaban la fiesta a Minerva —deidad de la sabiduría—; y a su costumbre de saltar sobre el fuego —como expresión de renacimiento— le fue añadida la de recoger hierbas, a las que atribuían propiedades curativas.
Tras los pasos de San Juan
Alemán afirma que “en Venezuela, la fiesta de San Juan se desarrolló, sobre todo, en aquellos lugares donde había haciendas de cacao”, pues fue precisamente en estos espacios donde hubo una mayor concentración de los españoles que vivían del comercio de este cultivo. Una vez al año, los europeos abandonaban las labores y le permitían a los esclavos africanos descansar; éstos, a su vez, aprovechaban la oportunidad para celebrar el solsticio de verano, época en que tradicionalmente se obtenían las mejores cosechas y en la cual tenían la excusa perfecta para revivir sus rituales ancestrales.
Debido a que las costumbres profanas de los esclavos contrastaban con la religiosidad católica, la Iglesia exigió a los españoles que les impusieran a sus trabajadores el culto a San Juan Bautista y éstos terminaron fusionándolo con sus propias creencias, que giraban en torno a elementos como el poder purificador del fuego, las fiestas agrarias, los repiques de tambores y las danzas que siempre los acompañan.
“Las zonas costaneras del Distrito Capital, Carabobo, Aragua, Miranda y Yaracuy” son —a juicio de Alemán— aquellas donde hoy se puede apreciar con mayor intensidad la celebración del natalicio de San Juan; pero uno de los pueblos que ha mantenido mayor apego a la tradición es el de Chuao, pues según comenta la investigadora y asesora de la Fundación Bigott, la zona era asiento de la hacienda cacaotera más importante de la época colonial; además, su relativo aislamiento geográfico ha favorecido el desarrollo de una sociedad bastante cerrada donde conservar las expresiones populares es prioridad.
En su libro, Alemán define la fiesta de San Juan del pueblo de Chuao como un complejo ritual donde se mezclan ritmos musicales, danzas, imágenes, trajes y tradiciones orales -incluidas canciones, poemas, mitos y leyendas. Contrario a lo que muchos piensan, en este pueblo aragüeño el ritual comienza mucho antes del natalicio del santo, el 1° de junio, cuando las llamadas Socias de San Juan —agrupación de corte popular que le rinde culto— cantan a las puertas de la iglesia para indicar la cercanía del nacimiento del Bautista. La noche del 23 se lleva a cabo el velorio, una fiesta que anuncia la llegada del gran día: las socias, reunidas a las puertas de la Iglesia, ondean sus coloridas banderas y, en medio del tradicional baile del sangueo, se llevan a San Juan para pasearlo por todo el pueblo, hasta llegar a su casa, un recinto especial donde el santo descansa sólo en sus días de aniversario, colocado sobre un florido altar en cuya realización participa todo el pueblo. El propio día de su natalicio, San Juan es llevado nuevamente por todo el pueblo, mientras se pide la característica limosna en su honor, destinada a mantener viva la tradición; pero en la tarde su imagen desaparece y los fieles recorren los alrededores en su búsqueda. Cuando aparece, el santo es devuelto al altar de su casa, donde permanece hasta el Día del Carmen, conmemorado el 16 de julio.
Además de los bailes de tambores, que por respeto al santo no pueden ser realizados dentro de la casa donde reside su imagen durante esos días festivos, en Venezuela el 24 de junio se ha convertido en una celebración casi exclusivamente femenina, un momento propicio para que —según explica Alemán— las socias de San Juan “ventilen los asuntos ocurridos durante el año que atañen a la comunidad”, mediante un contrapunteo improvisado que da cuenta del verbo ágil de todas las integrantes de la cofradía.
Pero cada región del país tiene prácticas que le son propias. En algunas zonas, especialmente en las costas de Aragua, se realiza el bautizo de San Juan en las playas más cercanas de cada comunidad; muchos de estos pueblos, incluso, participan en el Encuentro de San Juanes, una colorida procesión marítima que culmina en Ocumare de la Costa. Esta es la razón que justifica que todas estas localidades costeras tengan la creencia de que el agua adquiere un poder
terapéutico en esta fecha y que quien se bañe en ellas tendrá suerte durante
todo el año.
Para cerrar el ciclo en Chuao, el 25 y 26 de junio se lleva a cabo la festividad de Juan Manuela, la querida de San Juan, una tradición que ha caído en desuso y que hoy es exclusiva de esta localidad, pero que, en todo caso, revela el juego entre lo religioso, lo mágico y lo profano que caracteriza a esta celebración popular, al menos en suelo venezolano. •
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